Hans Poelzig es considerado como uno de los arquitectos más importantes de Alemania en el primer tercio del siglo XX. Se dedicó por encima de todo a los edificios industriales y de oficinas en las grandes ciudades. Poelzig no se consideró a sí mismo parte de ningún movimiento en particular, sino que más bien sentía que estaba”. Eso sí, él estuvo comprometido con el arte, ya fuera en la construcción, en el diseño de muebles, la cerámica, la porcelana, escenarios para el cine y el teatro, y en pintura.
Después de su muerte, los primeros trabajos de Poelzig en Silesia, se han dado a conocer de una manera ejemplar gracias al compromiso del museo de Arquitectura en Wroclaw/Breslau y su director, Jerzy Ilkosz. Sin embargo, sus edificios industriales en particular se hallan en peligro de desaparición o ya perdidos.
“También odio la historia en tanto en cuanto trata de contenerme, y me encanta el pasado siempre que despierta instintos artísticos dentro de mí”
Mi opinión respecto a la exposición, así como del arquitecto expuesto es la siguiente:
Coincido con Paul Westheim quien decía: “Es característico de Poelzig que la creación de figuraciones arquitectónicas siempre surjan como un proceso de modelación. Uno tiene la sensación de que alguien estuviera amasando la masa y el cuerpo. Se trata de un furioso, apasionado, rebelde lidiar contra la rigidez del cuerpo arquitectónico” y con Fran Ladsberger: “Él ha absorbido la sobriedad moderna, pero sólo la utiliza como punto de partida y no aterriza ahí… Se siente atraído por la palabra “masa”, porque desea crear edificios que sean ricos en movimientos y de formas diversas, como la masa del pueblo, y al mismo tiempo, inspiradas por una única pasión”.
Así, considero que las obras de Poelzig están llenas de movimiento, dinamismo y fuerza. Para conseguir estos efectos, el arquitecto utiliza una serie de conceptos como el que vamos a explicar ahora, y que se convierten en una constante a lo largo de varias obras. El concepto “Torre y cueva” ha despertado en mí un mundo lleno de posibilidades, la dualidad torre – cueva se puede extrapolar a múltiples de cosas, así yo considero la cueva como la protección y la suspensión, mientras que la torre me inspira libertad y ascensión.
La torre y la cueva:
En el año 1909, cuando Poelzig empezó a trabajar en su proyecto del concurso convocado para el Monumento Nacional a Bismarch, los psicoanalistas Freud y Jung emprendieron un viaje para dar conferencias por los Estados Unidos. En el pensamiento de Jung y Freud, la cueva desempeñaba un papel importante. La Katabasis, el descendo al mundo subterráneo, se asociaba con la idea de redención, “La cueva es un lugar de renacimiento, aquella cavidad secreta, donde uno queda encerrado para ser incubado y renovado”. En la caverna se unía la idea de casa con la de útero: “La madre que da calor, protege, nutre, es también hogar, la caverna protectora o la choza”.
Para el proyecto para la Casa de la Amistad en Estambul Poelzig diseñó una serie de jardines colgantes, una escalinata enorme, una masa “dominante y alegre”, una grandiosa estructura construida que guardaba en su interior salas, una biblioteca, un restaurante y estudios. El terreno en terrazas, la montaña escalonada se convirtió en una figura recurrente en su imaginario.
El motivo de la cueva está relacionado estrechamente con su aparente opuesto, la torre. Las numerosas torres que diseñó Poelzig son contenedores de cuevas.
También en la sensacional reforma del Gran Teatro en Berlín el efecto de la gruta es evidente: 1200 estalactitas de yeso servían a la vez soporte de la iluminación y como acondicionamiento acústico.
Los edificios que me ha llamado más la atención han sido el Gran Teatro en Berlín y la Casa de la Amistad en Estambul y en ambos se juega con el dinamismo de la cueva y la gruta que hemos mencionado anteriormente.
La Casa de la Amistad rompía con la silueta de la ciudad otomana debido a los escalonados jardines colgantes al modo mesopotámico y simbolizaba la alianza entre los romanos y los prusianos.
El Gran Teatro de Max Reinhardt en Berlín es para mí su obra emblemática, puesto que me parece una prodigiosa construcción en la que afloran las metáforas de la gruta, de la caverna, del hogar y del útero materno, además de tener rememoraciones jungianas relacionas con el inconsciente colectivo. Ese fascinante interior de la cúpula de estalactitas, a modo de mocárabes, que dispersaban el sonido y servían para un tiempo de reverberación corto.
Desde mi opinión, se trata de una obra grandiosa llena de movimiento y originalidad y realizada con gran astucia. Por ello, posiblemente se haya convertido en su referente.
Por último quiero decir que En 1911, Poelzig se refiere a la arquitectura industrial como la “verdadera tarea monumental del presente”, siendo en este aspecto portador de la sensibilidad moderna hacia la funcionalidad y los nuevos materiales, como el acero o el hormigón. En este sentido, Poelzig defendió que la forma surge de la lógica constructiva. Según él, cuando requiere la colaboración con un ingeniero, la tarea del arquitecto no debe limitarse a la ornamentación, sino que debe “colaborar desde el principio, entendiendo las leyes internas, las condiciones estructurales”. Así, tanto el
molino de Werder como la torre de la Alta Silesia o la planta química de Luban deben su apariencia a la “composición coherente de las nuevas posibilidades de la construcción” Por otra parte, la “voluntad hacia la expresión” se descubre claramente en sus trabajos de antes de la guerra, para apoderarse después totalmente de su arquitectura: el gran teatro de Berlín, los planos de Salzburgo y la escenografía de El Golem.
Su arquitectura tuvo siempre un marcado carácter escultórico, y no parece casual que eligiera en 1918 a una joven escultora como compañera, Marlene Moeschke. Junto a ella trabajó la porcelana y la mayólica, donde pudo disfrutar de su pasión por amasar y dar forma. Poelzig siempre tuvo preferencia por trabajar sus maquetas con pastas modelables, como arcilla o plastilina. En pocos otros expresionistas se da como en su caso una transmisión al dibujo y la obra de la plasticidad de la maqueta.
Desde mi punto de vista se trata de un gran arquitecto, puesto que crea edificaciones de todo tipo: teatros, industrias, viviendas, etc. Y siempre desde un punto personal que hace que todas sus obras sean especiales y originales, y guarden un cierto subjetismo, que hace que la mente del espectador vuele y se cree un mundo lleno de posibilidades
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